Crónica: El Río Darro, historia viva entre amigos
En la ciudad de la Alhambra, donde cada rincón guarda un susurro del pasado, el río Darro nos invitó a descubrirlo con el entusiasmo de quienes no se rinden ni ante el calor del verano. Fue un paseo diferente, especial, organizado por la Asociación Sagrada Familia. Y aunque el sol apretaba, nada pudo con las ganas de aprender, compartir y maravillarse.
Éramos un grupo de amigos, algunos con sombrero, otros con abanico, todos con una sonrisa. Nos encontramos a la sombra de los árboles que bordean la Carrera del Darro, ese encantador paseo donde el río discurre casi en silencio, custodiado por puentes de piedra y casas que parecen colgar sobre sus aguas. Era como entrar en una pintura antigua, una escena viva de la Granada mora y cristiana.
A cada paso, una historia. Aprendimos que el nombre Darro proviene del latín “aurum” (oro), porque en sus aguas se lavaban pepitas de este metal precioso. Fue testigo del esplendor nazarí y del posterior renacimiento cristiano. Bajo nuestros pies, corría también la historia oculta: antiguos lavaderos, molinos y puentes desaparecidos, que se dejaron sentir en los relatos apasionados de nuestro querido amigo y guía Agustin, gracias por compartirlo con nosotros.
Nos detuvimos en el paseo de los tristes, en el edificio de nuestro querido y cercano Monte de Piedad. Frente a la Casa de Castril, hoy sede del Museo Arqueológico, sentimos cómo el Darro une siglos de civilización. Más adelante, el puente de los Tableros, de Espinosa y el de Cabrera nos recordaron que este río fue frontera, paso y alma de la ciudad. Así como la transformación que experimentó Plaza Nueva, el detalle genial de la maqueta diseñada por Agustin, nos explico cada una de las modificaciones y el porqué del embovedado de gran parte del rio a través de la ciudad. Las piedras parecían susurrar secretos antiguos, y nosotros, sedientos de historia, los recogíamos como si fuesen pepitas de aquel oro perdido.
El calor apretaba, sí, pero la ilusión era más fuerte. Entre risas, fotografías y comentarios curiosos, avanzamos sin prisa, dejando que el tiempo se mezclara con el murmullo del agua. El Darro, pequeño pero inmenso en historia, fue nuestro compañero, como un viejo amigo que nos abre su casa.
Al terminar el recorrido, sentados a la sombra con una botella de agua fresca en la mano, todos sabíamos que habíamos vivido algo más que un paseo: habíamos conectado con la memoria de Granada. Y lo hicimos juntos, como siempre, como lo hace la Asociación Sagrada Familia: con corazón, con cultura y con una profunda alegría de compartir.
Porque a veces, no hace falta ir lejos para viajar. Basta con mirar de cerca lo que siempre estuvo ahí: el río Darro, espejo de la historia, caminando con nosotros al ritmo de la amistad.
Como vocal de cultura os quiero dar las gracias a todos por la asistencia de los dos días programados y por el interés que habéis prestado en este paseo inolvidable. Si vosotros queréis, seguiremos adelante, con este tipo de eventos, para compartir todos juntos nuevas experiencias.
Gracias
JUAN MANUEL CARA